Compartamos uno de los más hermosos poemas de la literatura
dominicana, "Mi vaso verde" de Altagracia Saviñón (1886-1942), fallecida
un 23 de diciembre.
"Mi vaso glauco, pálido y amado, /donde guardo mis flores
predilectas, tiene el color de las marinas algas, /tiene el color de la
esperanza muerta...Las flores tristes, las dolientes flores en el agua
del vaso se refrescan, /y bañan sus corolas pensativas en una blanca
idealidad de perlas Y luego se van lejos... se marchitan abandonadas,
pálidas, enfermas/muy lejos del cariño de este vaso que es del color de
la esperanza muerta. Y cuando sola, pensativa, herida por la eterna
nostalgia, /siento un perfume moribundo, que llega hasta mi alma
..../pienso en mis pobres flores las marchitas, las enfermas, dolientes y
olvidadas, /que antes de marchitarse se despiden tristísimas y
trágicas/ de ese vaso de pálidos reflejos/ que es del color de las
marinas algas."
"Altagracia Zoraida Saviñón, hija de don José Francisco Saviñón y
doña Filomena Saviñón Bordas, nació en Santo Domingo el 28 de septiembre
de 1886 y murió el 23 diciembre de 1942. Desde muy joven se reveló como
poetiza de fina sensibilidad. Sus mejores composiciones aparecieron en
"La cuna de América" (de 1903 al 1913). A este período juvenil se reduce
casi toda su producción. Luego por desgracia, su mente sufrió
oscurecimientos fatales que le impidieron realizar la gran obra lírica a
la que estaba llamada (Pedro Contín Aybar)".
Está muy sola la poesía o el oído musical del poeta (“Que las palabras hayan sido escritas por la música”. Mozart).
Si existe un ser desterrado, un ser incomprendido que ha estado notablemente ausente en la crítica que en estos tiempos sobre obras poéticas se escribe, es la música.
Basta leer los escritos que en la huerta de la crítica literaria se publican, para darnos cuenta de que el aspecto más fundamental de la poesía y fuente de su origen, la música, queda relegada de sus consideraciones.
Y no es para menos, porque la música, el ritmo interno y temporal que transcurre a todo lo largo de la composición poética, es elemento extraño en la producción literaria de nuestros días; y a la vez, por el carácter sutil de su presencia, es cimiento difícil de apreciar dentro de la estructura subyacente de la creación.
Pocos poetas y menos críticos están plenamente conscientes de que el germen de toda buena poesía tiene su origen en la música. Debido, quizás, a que el oído musical, la capacidad auditiva y perceptiva para identificar patrones de ritmo, color y sustancia musical, se ha ido perdiendo.
Esto a razón de la gran confusión estética auspiciada por la numerosa y apabullante producción literaria existente , en la que abunda cada día más una extraviada e incesante búsqueda por la originalidad ,y el consecuente abandono de los fundamentos clásicos que conforman la belleza. Agravado, además, por el fácil acceso a los medios de difusión de obras carentes de valores que son extraviadamente ponderadas y exaltadas por “calificadas autoridades” de la crítica.
Es así como poco a poco se están desdibujando los contornos estéticos que definen la poesía. Tal parece que hemos olvidado que la música con sus sonidos y silencios, con su armonía y su belleza, es la sustancia donde se hospeda el esplendor de toda buena lírica.
Tomar en cuenta sólo el aspecto que toca a la comunicación de la idea y descuidar el fundamento sonoro de la lengua, el vehículo armonioso sobre el que debe cabalgar la idea, es ignorar que el pensamiento anhela -viceralmente - encontrar en la palabra que lo encarne , a la música exacta que lo exalte.
Porque sólo así, con el encuentro de la idea con su auténtica música, el pensamiento podrá alcanzar la más alta condición de su potencia, sólo así podrá manifestarse en cuerpo y alma para consumar la tarea primordial que le impulsa siempre a estremecer la consciencia humana.
Lamentablemente la crítica poética que hoy se escribe deriva su atención hacia aspectos secundarios. Generalmente se suele destacar la temática como si se tratase del elemento más importante de la creación poética, sin embargo la temática no la constituye, a razón de no constituir una categoría estética, pues la cuestión más inadvertida cuando es tratada de manera exquisita se puede convertir en buena poesía. Más, la belleza debe ser el fundamento y el objetivo principal de la creación estética y el foco de quien la pondera.
En la naturaleza, la música, el canto -voz común entre muchas especies- surge primero que la palabra ; mucho tiempo después de que palpitaran los primeros cantos de las aves, brotó en el hombre la palabra. Y muy posteriormente es en el verso , en su canto, donde el hombre encuentra la condición musical de su voz.
Hay dos aspectos esenciales que debemos destacar en la génesis de toda poesía. Un primer aspecto natural y misterioso, que emana del mundo sumergido de la conciencia, y que contiene los dos elementos irreductibles que constituyen el ser germinal o poema : la idea y su música. Y un segundo aspecto -más bien temporal- que surge en el mundo visible de la conciencia y que ésta vinculado a lo humano: la poesía .
Éste segundo aspecto , la poesía , se manifiesta cuando la sensibilidad del poeta que recibe la misteriosa y natural revelación primera- el poema- actúa , elabora , desarrolla y pule los diferentes aspectos que le darán existencia material al ser germinal que le ha sido revelado; y que estará ,también como el primero ,conformado por la idea y su música .
Éste humano aspecto se procesa manifiestamente en los planos conscientes de la sensibilidad del creador y su belleza pende del uso estético que de la lengua él haga. Allí los perfiles acústicos y sonoros de la palabra, del verso, deben ser amasados por el creador hasta lograr que se compacten con la idea, con el valor semántico de la palabra. Trabajar , reducir y pulir la palabra hasta lograr la plena armonía del canto y la idea, es la misión estética del poeta.
Debemos tomar en cuenta que estas “notas musicales” ,o sílabas elementales que conforman las palabras, transcurren –también como la música- en el ámbito de la temporalidad, a razón de las múltiples propiedades acústicas específicas de las que están conformadas .Por esto las palabras en la poesía deben ser adecuadamente barajadas y al fin elegidas cuidadosamente hasta que todas ellas queden musicalmente armonizadas entre si y armonizadas con su madre fuente, el poema.
Sólo de esta forma, y a condición de que intervenga un poeta sensible y dotado de afinado y exquisito oído, es que el pensamiento suele buscar y suele encontrar su adecuada condición musical.
Entonces, mientras el creador realiza su arduo trabajo entonando el pensamiento y la palabra , aquel otro gran pentagrama , el poema , origen y esencia de la composición, aguarda sigiloso con sus notas maestras y su idea , en espera de encontrar una apropiada creación poética humana para encarnar en ella su belleza .Y sólo la encarnará cuando estas voces silábicas y el pensamiento pasen a formar parte inseparable de aquella armoniosa música original y hasta entonces escurridiza Voz, que una primera vez habló al poeta: el sonido original que le dio la vida y la idea primordial que encontrará en ella su terrenal existencia .
Este sonido-idea ( germinal y primigenio) con la palabra se convertirá en singular criatura espiritual perceptible, y se erigirá en coherente criatura pletórica de significado y de perfección sonora , para conformar así el irreductible poema que encarnado en la poesía latirá acorde con aquella gran nota uni-versal que lo contiene. Sólo entonces se podrán acoplar el mundo humano con el sobre humano para conformar el único cosmos al que inexorablemente ambos pertenecen: al mundo vibratorio de la armonía universal .
Así como la música originaria que fluye desde los planos superiores de la creación se anida en el corazón del compositor musical que la recibe y la desliza al pentagrama que escribe con sus manos , así desde aquellos planos, por medio de un poeta sensible, descenderá y encarnará la música del gran poema originario a su nueva existencia terrenal.
El poeta como compositor musical que es , busca que la sobrehumana música originaria del poema se ensamble con las sonoras y humanas palabras del verso terrenal , para conformar con ambas un sólido cuerpo vibratorio, un solo ser. Sólo así, fundiendo estos dos aspectos sonoros, se encarnará el poema en la poesía.
He aquí la gran diferencia entre versificadores y poetas. Los primeros, sólo logran atrapar unas cuantas elementales entonaciones que emanan de la dermis del gran poema, pero sólo los poetas sensibles y de afinados oídos son los que logran atrapar en sus terrenales versos a la total y singular belleza del poema.
La voz humana es el instrumento musical por excelencia. Ninguna nota, ninguna música ejecutada por instrumento alguno produce una emoción más sublime que esta singular voz.
Disfrute intenso recibe aquella alma que escucha una voz dotada de una tesitura aguda, cual soprana voz. Basta evocar las emociones que despertaron en el público los Castrati de pasados siglos para saberlo. A modo de un Farinelli, que con sus largas, fuertes y puras notas logró estremecer las emociones de las multitudes.
Más, hay una gran diferencia entre estas voces privilegiadas y la solitaria Voz de la poesía.
La poesía, el verso, es palabra, es música, pero a diferencia de las voces del canto, la poesía tiene como barro, como materia prima para crear su propia atmósfera musical a su apacible y solitaria voz, la palabra. Voz que está sola, que no se complementa con artificio instrumental o vocal alguno para sostener su belleza. Ni tampoco goza del privilegio de una soprana ternura que la nutra o la sustente.
El poeta no dispone de otro privilegio musical que no sea el de la palabra solitaria que surge de su hablar cotidiano . Sin astucias, el poeta debe sustentar su creación con la música llana de su palabra. La poesía debe alcanzar la belleza sonora que le marca el gran poema ,por sí misma, a base de sustancialidades. Debe aportar sus propias verdades de contenido estético en razón a las singulares armonías sonoras que conforman las palabras y al uso comedido y delicado que hace de la retórica ; y sólo con el auxilio de estas exiguas herramientas, debe colmar el pentagrama de ritmos y cadencias y silencios, hasta lograr la anhelada belleza .
La poesía debe alcanzar su destino y transmitir sus emociones con los simples y sencillos sonidos naturales que conforman las palabras de la lengua en que se escribe. Está muy sola la poesía.
Por esta condición de soledad , sencillez y naturalidad la poesía es un canto que puede ser entonado por cualquier voz. No es necesario poseer especial preparación musical para cantarla; ella carece de artificios, se nutre con la palabra llana, con la voz común y cotidiana de la vida diaria. Quizás, por la condición llana y común que la posee ,es que hemos perdido el oído musical que nos exige la buena poesía; parece que hemos extraviado la facultad que nos permite distinguir la belleza que subyace en su canto. Está muy sola la poesía.
Así como el compositor musical transborda al pentagrama las ideas , paisajes y emociones, auxiliado por una sucesión de notas , pausas , silencios y armonías- propias de su técnica musical - para lograr recrear en nuestra mente las imágenes vivas del mundo intangible en donde vio a la música surgir , así también, el poeta, ante la ausencia de las combinaciones infinitas de sonidos de que disponen aquellos ,debe valerse solamente del valor musical de las palabras y del significado semántico que ellas contienen , sólo con esto, debe lograr encarnar las emociones de las imágenes creadoras de aquel mundo inefable en donde viven y se manifiestan los arquetipos que conformarán y alimentarán nuestro futuro .
Debemos comprender que la Idea acude a la poesía con la sola esperanza de encontrar en ella una Voz que la contenga. Pero la Idea debe reclamar para sí, una palabra digna ,limpia y cristalina . Y así lo exige , porque sólo así podrá cumplir su cometido y encarnar en este mundo la luz del pensamiento que late en el cosmos de los esplendores, el cosmos donde se esboza , se gesta y habita la vida y la belleza.
Tal como el músico creador con las imágenes musicales de sus composiciones nos trasporta al mundo de las emociones, así el poeta ,a través de su música llana, nos transporta a aquel mundo ideal donde habita la belleza.
El resto, aquella sucesión de hermosas y resonantes palabras colmadas de “helada y laboriosa nadería”, que pretenden tomar vida por medio de las argucias con que hoy en día se escribe poesía, no son más que esqueletos muertos que nunca han asomado ni un triste hueso a los mundos sobrehumanos donde habitan las inefables realidades del poema .
Aquellas son “composiciones” gestadas en los planos terrenales de la mente humana: instrumento imberbe que nunca ha posado sus ojos en las esferas de la idea y la belleza , inenarrable ámbito donde suele pastar la poesía. Aquellas son sólo un “herbario de metáforas y argucias” ,de palabras conformadas por ‘ingeniosos versos’ que nunca han vislumbrado el sonido original del gran poema que las aclama.
Como dijo Borges de Baltazar Gracián:
“Laberintos , retruécanos, emblemas,/helada y laboriosa nadería,/ fue para este jesuita la poesía,/reducida por él a estratagemas. No hubo música en su alma, sólo un vano/herbario de metáforas y argucias/ y la veneración de las astucias/ y el desdén de lo humano y sobrehumano.”
El poeta debe estar siempre atento al toque de trompeta que advierta en un leve viento, el capricho de algún dios vanidoso y avaro que ha decidido revelarse con su lira a los planos terrenales para encarnar los arquetipos con que se nutrirán estos mundos de materia. Y será sólo sobre los seres sensibles que tienen sus oídos afinados y atentos a lira de los dioses, sobre los que descenderá envuelta la divina emoción de la música y la idea.
Si no hemos comprendido la fatal esencialidad de la música en la poesía, es porque se nos ha extraviado el sentido de lo sublime, lo inmaculado, lo divino. Es porque hemos perdido la sensibilidad, el sentido de la armonía universal. Quizás por habernos creído ser de la inspiración, la fuente.
“Que las palabras hayan sido escritas por la música”…dijo Mozart. ¡Que la pintura, la escultura…que el arte…haya sido “escrito” por la música! La música (el verbo) es la armonía primordial y primigenia que se diluye en torrentes de armonías por todas las venas del arte y de la naturaleza hasta quedar plasmada en todas sus manifestaciones.
El poeta debe ser un instrumento afinado y atento, dispuesto a escuchar la música que le anuncia la urgencia de una voz que anhela cantar a la Tierra. El poeta, el artista, es el cronista, el intérprete sensible de aquellas divinas emociones, es quien desentraña el enigma que los dioses se han antojado comunicar. Y será algún poeta objeto de esta divina elección, en la medida que su oído musical esté sintonizado con el canto que habita en las esferas.
La más noble finalidad de la poesía y de la música es provocar el pensamiento. Y el pensamiento sólo se provoca cuando son conmovidos los cimientos del hombre: la emoción y la razón. Es la idea la que acude al poeta y a su poesía para hacerse presente entre los hombres, pero la idea sólo cabalgará en esta tierra sobre una digna montura, sobre una armoniosa voz que la potencie.
Por medio de la música y su divino verbo es que nos ofrecen los dioses el don de la creación, y sólo en ella, en la música , es donde mora el inescrutable principio de las cosas y la fuente creadora de la vida que impregna a toda la materia.
Sólo la música con sus armonías puede plasmar en el mundo material a las emociones arquetípicas que habitan en los planos superiores de la naturaleza, sólo la música ha sido señalada por los dioses para develar sus pavorosos secretos. Y los dioses, que siempre son avaros, sólo suelen susurrar algunas notas de su canto, de su gran poema.
Por esto, todo arte -plástico o no - descansa en las armonías y en las proporciones , cuyo origen fundamental se encuentra en la voz de las matemáticas divinas y en su rigurosa condición de irreductibilidad. Y es en ese insuperable Universo -verbo único y armónico, en su música, donde singularmente habita la belleza.
El poeta es el instrumento de una Voz que se asoma a la Tierra en pos de su Idea y de una Idea que asoma a la Tierra en pos de su Voz. Y de su terrible divino y humano reencuentro, irreducible y único posible, surge encarnado el Poema. De esto, y no de otra cosa, trata la poesía.
Autor : Guido Riggio Pou. guidoriggio80@hotmail.com
Primera edición 2004, Portada : Pintura china Siglo14.
Impreso en Grafisol, editado por GRP, Santiago Rep. Dominicana.
Derechos reservados.
Prohibida su reproducción parcial o total.
PROLOGO
EL OTRO JARDÍN: LA RETICENCIA DEL HAIKU
Por León David
A ninguna mente instruida se le ocultará que los poemas, harto breves y hermosos, incluidos en el poemario de Güido Riggio Pou intitulado El otro jardín responden plenamente, hasta donde el genio de la lengua castellana lo permite, a esa modalidad lírica tan característica del espíritu y la sensibilidad nipones que, durante la segunda mitad del siglo XIX –cruzando las palabras “haikai” y “hokku”- fuera denominada “haiku”.
Ahorraré al lector –pues no es de este lugar- toda erudita reseña acerca de la historia del aludido género literario japonés. Mas sí albergo la optimista ilusión de que me consientan esbozar algunas ideas en torno a la índole del haiku; y ello en razón de que, si estoy al cabo de lo que pasa en los fragantes dominios de la creación poética, al proceder así estaré también contribuyendo a derramar luz sobre los rasgos expresivos que confieren su peculiar talante a los versos del poemario El otro jardín.
Acaso la nota estilística menos encubierta del molde lírico que a punto largo me propongo ahora examinar sea la reticencia: decir por medio de lo que se calla; conceder la palabra al silencio; no mencionar, sino apenas sugerir... El efecto de semejante artificio es, en manos del vate de inspirado plectro, deslumbrador. Cuando el poeta confiesa:
Temo a la noche.
Sé que una noche se
quedará conmigo.
no es a la noche a lo que se está refiriendo, sino a la muerte, al correr incesante del tiempo que todo lo devora y que un día aún impreciso pero no por ello menos ineluctable dará cuenta de lo que hasta entonces habíamos sido. Es el estado de ánimo de inquietud, desasosiego y aprensión ante la inevitable disolución del yo el que por modo transparente cobra cuerpo en esos tres versos de cuidada y presagiosa simplicidad. No es necesario, en todo caso, mencionar a la muerte; la noche, convertida en fúnebre símbolo e insondable visión, la patentiza.
El poder de deslumbramiento del haiku –sea este de Matsuo Bashoo o de Güido Riggio Pou- reside en la sugerencia; en el aludir; en el tratamiento oblicuo que lleva a experimentar la sensación –con viso de inconcusa certeza- de que tras la frágil mampara de las escasas palabras que la estrofa obsequia, un universo alucinante y misterioso se empeña en mostrar su rostro al tiempo mismo en que esquiva hábilmente cualquier mirada que intente profanar su preciado secreto.
Musita el poeta:
Aquel jardín,
aquel otro que habita
en el estanque.
Y el prodigio se cumple. Ese otro jardín que habita en el estanque –y que da nombre a las páginas que estamos comentando- no es mero reflejo de la vegetación sobre el plácido cristal del agua de la fuente, sino que la imagen especular, transfigurada por la intuición poética, es vía de revelación de la esencia del cosmos; se nos ofrece en tanto que ventana por donde contemplar la dimensión de lo real, esto es, lo de adentro, los hontanares del mundo y la existencia, el enigma que hospeda más allá de lo que escucha el oído, discrimina la pupila y la mano toca. El otro jardín que habita en el estanque es el arquetipo, es la armonía, es la música de las esferas, es la belleza suma, es el orden, es el ideal a que aspira el alma y que sólo algunos espíritus privilegiados tienen la fortuna, cuando les son propicios los hados, de entrever.
También alienta en los poemas de Güido –no podía ser de otro modo- una concepción animista y panteísta de la naturaleza. Es notorio que el tema de la naturaleza predomina en el haiku, como sucede en otras innumerables manifestaciones del arte oriental, verbigracia en la pintura. Siente el poeta que todo vibra, se estremece, vive, que en todas las cosas, incluyendo las que suponemos inertes, palpita un corazón y una voz interpela al que sabe escucharla. Porque de prestar crédito a la cosmovisión china y nipona, la posibilidad de trasmitir estados de ánimo artísticos estriba en el hecho de que el universo entero no es más que un conjunto de fenómenos de resonancia entre seres o sistemas diversos. Parejo principio de resonancia da razón de la existencia de isomorfismos, es decir, de similitudes estructurales entre los distintos planos de la realidad. Mas tales analogías sólo es capaz de aprehenderlas el que está apto para tal desempeño, la persona cuyo refinamiento sensible y encumbramiento espiritual la hacen capaz de reaccionar a su llamada. La estética taoísta y budista zen que está en la base de la forma literaria del haiku se propone elevar a la persona a estados emocionales y niveles de percepción superiores. El poema debe hablar a la intuición, abrir de par en par las puertas de la percepción, alumbrar las hasta entonces sombrías catacumbas del subconsciente...
De ahí, entre otras singularidades sobre las que ahora no abundaré, la sobriedad, la llaneza y contención de la modalidad poemática que nos ocupa. ¡Guerra a la retórica! No en balde M. Bashoo, considerado el más eximio cultivador de haikus, aseguraba: “Los versos de algunos poetas están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón. Lo que viene del corazón es bueno, la retórica es innecesaria.”.
Tan elocuente ausencia de retórica es la que se explaya para fascinación del que estos versos lea:
Llueve. Ha sido
escuchado el rezo
de estas flores.
O en estos otros, no menos cautivantes:
Ya es el ocaso.
¿Dónde en las noches va el
azul del cielo?
La parquedad metafórica, el comedimiento verbal, la templanza expresiva de estos poemas de Güido es recurso artístico que se reitera, dando origen a una economía lingüística cuya virtud suprema descansa en hacer que el silencio nos hable.
Cierto ensayista de justificado predicamento, cuyo nombre mi desamor descuida, aseveró –acaso no se equivocaba- que “El encanto mayor de la poesía china y de la japonesa consiste, precisamente, en su admirable reticencia, algo muy difícil de lograr en una lengua indoeuropea.”.
El español, idioma explícito y enfático, de genio propenso a la declamación y a toda suerte de gárrulas pirotecnias, al ser hijo legítimo del latín, comparte la dificultad señalada en los renglones precedentes. Que el autor de El otro jardín haya sido capaz, a pesar de esa casi insuperable traba, de compenetrarse íntimamente con el elusivo gesto verbal del haiku es proeza literaria digna de entusiasta y agradecida reverencia.
EL OTRO JARDIN
Al otro jardín que habita en el estanque
1
Ya es de noche
y nadie ha venido
a mi jardín .
2
Temo a la noche.
Sé que una noche se
quedará conmigo .
3
Me habla el jardín
en su lengua de flores
y de olores
4
Aquel jardín,
aquel otro que habita
en el estanque
5
Llega el alba;
el jardín despertará
su otro sueño.
6
Miro y soy mirado
por aquel otro jardín
que mira el lago.
7
Jardín de paz.
¿Se habrá ido el hombre
de esta tierra? .
8
Llueve . Ha sido
escuchado el rezo
de estas flores
9
Crece la hierba.
Los niños ya no juegan
en este jardín.
10
Ya es el ocaso.
¿Dónde en las noches va el
azul del cielo?
11
La luna llena
con su rostro de asombro
llega al bosque.
12
Las grullas danzan...
se inicia el cortejo
de la vida .
13
Mantis religiosa.
¿ a que extraño dios
de la muerte ora?
14
Danzan las flores,
le rozan los arpegios
del viento.
15
Quieto el estanque,
quiere ser aquel jardín
que en él refleja.
16
Río , serpiente y
agua que incesante escapa
y permanece.
17
Un azor. Quierodesplegar mis alas y volar
a la montaña.
18
Viejo y encorvado
ve pasar el puente al
incesante río.
19
La luna llena
en su sueño de sol
llega al bosque
20
Afanosa araña.
Teje y desteje
su destino.
21
Llega el ocaso.
Mañana asomarán
más bellas flores.
22
Las otras flores,
las flores de la noche,
se asoman al jardín.
23
Flor de loto.
En su sueño de aguas
habitan los dioses.
24
Triste el jardín,
quiere que le habiten
otras flores.
25
Posado el colibrí.
Está dormido el tiempo
en una rama.
26
Blanco el jardín,
en su sueño de nieve
inmerso.
27
En ese espejo
de agua aquel otro jardín
me espera.
28
Voces del río,
voces de un lenguaje
muy lejano y mío.
29
Extraña flor
de los jardines que serán
y los que han sido.
30
El sauce llorón
lo sabe , extraños dioses
nos habitan .
31
La noche viene
helada .¿ Dónde estarán
mis mantas?
32
Teje la araña
su palacio de cristal ,
trampa mortal.
33
Es mi noche;
no surcará más el cisne
en el estanque.
34
Sobre la arena,
sobre los hombres que serán
y los que han sido.
35
Encorvados, el
viejo y el puente sobre el
incesante río.
36
Esos pájaros
me miran en silencio .
¿ será la muerte ?
37
La otra orilla.
Aquel otro páramo
que me espera .
*2004 derechos reservados. Impreso en la Rep. Dominicana.
Autor : Guido Riggio Pou ( 1ra. Edición 1995, 2da .2002 , 3ra.2004) Editado en: Grafisol, Santiago de los Caballeros Rep. Dominicana Derechos reservados: registro 0001900 libro 5, Rep. Dominicana guidoriggio80@hotmail.com Portada :Arq. Carmen Liriano Prólogo de Nelson Julio Minaya (1995)
Prólogo
Por Nelson Julio Minaya
Nada tan vulnerable a la insignificancia, ni tan proclive a calificarse de superfluo, como el afán de acuñar en estrofas lo que sería enunciable por la vía expedita del discurso ordinario, sin el ornato y los rodeos de la versificación. Y si a esto añadimos el peso de una inmensa y apabullante tradición poética, en la que todo nos parece ya dicho y todos los senderos se delatan trillados, la insistencia en componer poemas bien podría tildarse de oficio pedantesco, divertimento inútil, convencional y especioso capricho.
Por desventura, el grueso de los poemarios que hoy se escriben, y, a decir verdad, la mayor parte de los antaños escritos, no hacen sino evidenciar la justeza de tan filistea pero cuerda censura.
Es por ello que en los poemas que hoy nos regala Guido Riggio adviene una palabra de excepción, que elude y deja atrás la posibilidad letal de la intrascendencia.
Son estos poemas un soplo caricioso: toque de frescura entre voces marchitas; eco de lo profundo sobre el coro de las irrelevancias; sobria hermosura entre alardes de feísmo; suave y tranquilo discurrir en medio de las arritmias que olvidaron la paz.
Se dibuja, en la pura y recurrente epifanía de estos “espejos”, el contorno de las esencias que sustancian la Poesía, la confirman sobre todo cinismo y la rescatan de toda perplejidad.
Poemas breves estos “Espejos”, en cuyo ámbito modela el pensamiento esas “pocas imágenes eternas” evocadoras de un esplendor intemporal. Se vuelca en ellos el vértigo sin fondo de la Conciencia, ella misma espejo, ser desdoblado, faz que ausculta sus propios perfiles, deidad que busca su propia divinidad. Y la búsqueda construye el tiempo, oleaje inasible y pavoroso en donde el Griego vislumbra “la imagen móvil de la eternidad”.
El Tiempo, la Conciencia, la Identidad –incógnitas perennes del más hondo pensar – nos convidan desde el cristal de cada estanque, de cada espejo, a zambullirnos en su misterio. Retornamos de allí renovados. Y aunque huérfanos de certezas escolásticas y poses doctrinarias algo nos dice que nos beso la infinitud. Nada más hace falta a la Poesía, y, en realidad, ninguna otra cosa la constituye.
Gracias Guido, por habernos colocado frente a tus espejos. Coparticipes nos haces del más noble de los dones.
Nelson Julio Minaya.
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…A Nelson por haberme mostrado el camino de Borges. A Borges por haberme mostrado el camino de Nelson.
1 Extraño libro
Extraño libro
que a mis ojos se torna inverso.
No como visto en un espejo.
No son las letras que hablan,
sino el espacio desierto,
el esqueleto blanco que perdura
después que huyeron las letras.
Me habla de un mundo invertido,
no muy extraño,
bastante se asemeja
al mundo en que vivimos.
2 Este rincón de la casa
Este rincón de la casa
que abono con mi tiempo,
donde retorna mi alma,
donde me miran mis libros,
con un pedazo de pan
y una copa de vino.
Bajo una lámpara triste,
en la poltrona cómplice de tantos bostezos
- blanco y negro su color, como el color del camino-.
Con Borges sobre el vientre- abierto en Los Espejos-
el ámbito inmerso en el canto gregoriano
y en el papel ,
despiertos ,
los trozos de mis sueños.
Este rincón de la casa
donde habitan mis cosas,
al calor de mis cansadas tristezas,
con las huellas de mis ojos,
empapadas de mi olor,
muy distinto, tal vez,
del rincón -sin espejo- que me espera al final del camino.
Me olvidarán mis cosas,
se esfumará mi olor,
no me verán mis libros.
3 -Mágico espejo
Hoy parecen mis días
un destello, una brisa;
tantas cosas que amar,
tanto tiempo sin tiempo.
Como se van los años
barridos por los años,
dispersos por el viento;
alargaré mis manos
los cogeré en mis dedos,
los verteré en mis ojos,
en mi mágico espejo.
Esconderé las horas
más allá de la brisa,
más allá de las flores las vestiré de rosas;
prisioneras del cristal,
prisioneras de mi sueño,
no las tocará el tiempo.
4-Esqueletos del tiempo
Estos flacos años
que visten mi alma,
que hieren mis huesos.
Días sin días,
formas espectrales,
esqueletos del tiempo,
tiempo sin tiempo.
Es larga la vida.
Es larga la muerte.
5-Mi espejo
Encontraré mi espejo
más allá de la flor,
sepultado en el tiempo.
El mastica mi rostro,
mis días,
mis sueños.
6-Aquel espejo
Aquel espejo,
laberinto de meandros ignotos
que nunca besará el mar.
Rigor inexorable
que empuja
hacia la fragua misteriosa,
al encuentro perpetuo de la vida,
al ritual de la existencia,
a la pequeña muerte,
al efímero engañó
que adormece
y que al Eterno Soñador
complace.
7-No hace falta el espejo
No hace falta el espejo,
bastan mis dedos
para descubrir mi rostro.
Conozco sus altos montes
y sus bajos suelos,
la gruta donde yace enmascarada
la fiera cazadora,
aferrada a la raíz,
sembrada en el oscuro
y remoto surco de los siglos,
nutrida por los tiempos agrestes,
despierta en la memoria de la sustancia,
guardando la existencia.
No hace falta el espejo
para mirar mi suelo.
8-Galopando en el espejo
Hoy
soy ayer,
soy aún,
soy mañana.
Es y será lo mismo.
Aquí sentado
-mientras leo y escribo a Borges-
intento asir el instante de mi rostro
que se huye galopando
en el espejo,
para nacer de nuevo en el mañana
en donde el hoy habita.
9-Soy espejo
En esta soledad acompañada
todos viene a mí…
Soy la razón suprema,
la figura de quien me mira.
Soy el reflejo,
la voz
que sólo quiere oír
su propio eco.
10- La fuente aquella
He encontrado la fuente
que custodia un fantasma,
que lapida un espejo.
A beber me he inclinado,
y en la copa del instante…
ni fantasma…
ni espejo.
11-Los espejos muertos
Llamaré
a los espejos
de sus tumbas
y saldrán
con la luz en su memoria;
libres de la acción
de sus destellos
hablarán
el misterio de su mundo.
12- El tiempo
He tocado
el reverso del espejo
buscando en el opaco
el tiempo muerto.
He mirado
el destello de mi rostro
en la figura del latir destiempo.
He bogado
por los ríos
en pos del laberinto
donde fluye escondida
la fuente de las horas.
Pero sé
que las cosas son esencia
y no reflejo.
Me esfuerzo en vano
en descifrar el tiempo
y apenas
he logrado vislumbrar
que lo hallaré dormido
entre caracoles
y paredes
recamadas de espejos.
13- Mudo espejo
No habló jamás
con los espejos
ni escuchó
la complaciente voz,
el eco cariciosos,
la multitud
de los sonoros resplandores
que todos
creemos contemplar.
14-No me importa el tiempo
No me importa el tiempo,
no me importan sus reflejos,
ni su risa burlona,
ni su careta de arrugas,
ni su traje de viejo.
No me importa el tiempo,
sé de sus temores…
Que el pasado ya fue,
que el futuro no es…
Es un fantasma el tiempo.
15-No soy espejo
Ningún fulgor,
ningún reflejo,
clava mi corazón
un rayo muerto.
No hay voz ni eco.
No hay rostro que me mire.
No soy espejo.
16-El espejo roto
Un solo espejo,
una sola voz.
No hay rostro a quien hablar,
solo el anhelo
del cristal misterioso
por el sonado estruendo
que multiplique
su soledad
en mil pedazos.
17- Sueños
Sueña el paisaje
la mirada,
sueña
la vida
sus espejos.
18-Viejas aguas
Espejo
de viejas aguas
que una vez
fueron río.
19- Unidad dispersa
Mil rostros
en el espejo.
De mis rostros
conocidos,
de mi oculto
perfil…
Juntos
en su dispersa unidad.
20- Primera voz
Ayer
vagué por los espejos,
su inmensidad
anduve
buscando el paraje
donde nace el tiempo.
Ayer
vagué por los espejos,
por su silencio,
rastreando la primera voz.
21-Me robaré el tiempo
Me robaré el tiempo…
Quedaré en el espejo,
Sumado
a la memoria del olvido;
y mis nietos y sus nietos
verán desvanecerse su pasado.
Y cuando se agote el tiempo
estaré en los huesos de mis proles
y en las proles de ellos.
Y allí,
juntos todos,
seremos el hombre del pasado,
otra vez
renaciendo,
unidos en el amor de las sustancias,
en la perpetuidad de la vida.
22-Eternidad
Inmerso
en la soledad del espejo,
escuchando
sus múltiples destellos
llorar en el cristal
su opaca muerte,
la brevedad,
el instante
de eso que llamamos vida
los que no vivimos
del otro lado del espejo.
23-Frente a frente
Frente a frente
dos espejos,
una honda mirada
donde se agota el tiempo.
24-Espejos que ven espejos
Ojos
que miran la vida,
espejos
que ven espejos.
Frente a frente
los espejos
en el corredor del tiempo.
25-Envejecen los espejos
Envejecen los espejos,
ya no me hablan sus brillos
ni me tocan
sus dedos.
La ilusión palidece.
Envejecen
los espejos.
26-Oración al tiempo
Como el eterno rezo
de las horas
en su oración al tiempo,
imágenes de alada voz
ascienden.
Se escuchan
los pasos de la paz
en el lejano suelo.
En el jardín de las edades,
en los recintos del tiempo,
en la apacible voz,
inmerso.
27-No crece la Yerba
Escucho a los niños
correr en la risa de sus primaveras.
Corren los niños,
no crece la yerba en el terso jardín.
Sus risas
retardan mis canas,
retornan mis tiempos
a su madriguera.
Corren los niños,
no crece la yerba.
Miro en el espejo
mi cabellera negra.
28-La fuente del silencio
Frente al mutismo del espejo,
en espera de aquel fulgor
que rasga el tiempo,
veo mi rostro.
Atento a la callada voz
de los espejos.
Junto a la fuente del silencio,
espero.
29-Mis muchos
De mis muchos habitantes
que me habitan,
de los rostros que me miran
desde el fondo del espejo,
a los arcanos rostros
que me asoman en la sombra,
los dejaré dormidos
en su tierra misteriosa.
Mataré la muerte
y emprenderé mi vuelo.
CONTENIDO:
PROLOGO.
Extraño libro. 1
Este Rincón de la Casa. 2
Mágico Espejo. 3
Esqueletos del Tiempo. 4
Mi Espejo. 5
Aquel Espejo. 6
No Hace Falta el Espejo. 7
Galopando en el Espejo. 8
Soy Espejo. 9
La Fuente Aquella. 10
Los Espejos Muertos. 11
El Tiempo. 12
Mudo Espejo. 13
No Me Importa el Tiempo. 14
No soy Espejo. 15
El Espejo Roto. 16
Sueños. 17
Viejas Aguas. 18
Unidad Dispersa. 19
Primera Voz. 20
Me Robaré el Tiempo. 21
Eternidad. 22
Frente a Frente. 23
Espejos que ven Espejos. 24
Envejecen los Espejos. 25
Oración al Tiempo. 26
No Crece la Yerba. 27
La Fuente del Silencio. 28
Mis Muchos. 29
Los Espejos del Tiempo.
LEON DAVID
Poeta, narrador, crítico, ensayista y profesor universitario.
Los Espejos del Tiempo, obra primorosa y suculenta, a favor de cuyos pulcros versos se aventura su autor por vez primera en los transparentes, mas no por menos temibles, laberintos de la poesía, es desde su mismo título – ¿quién se atrevería a negarlo?- un legítimo vástago de BORGES.
Que los poemas de límpida factura de Guido Riggio Pou, a cuyo embelezo sucumbiera mi espíritu al punto de imponerme su lectura la feliz gabela de estos escollos, que dichos poemas, insisto surgieran bajo el ensalmo de las paginas de BORGES, no es en mis labios señalamiento proditorio sino constatación admirativa y encarecedora ponderación.
Contando a nuestras espaldas con una tradición milenaria y excelsa de lírica occidental, sin toma seria de presuntuosidad estéril o de pueril candidez pretender entonar un canto del que esté por entero ausente la voz de algún magno aeda, fuente a cuyas frescas orillas en alguna ocasión acudimos a calmar nuestra sed. Y puesto que en materia literaria no cabe prescindir de modelo ( mal le pese a los atrabiliarios de la originalidad a ultranza), el mayor acierto de un escritor, del que da sus primeros pasos como del que ya ha adquirido experiencia y celebridad , es saber elegir el suyo…Mejor no lo pudo escoger Guido Riggio Pou, y es éste, a no dudar, una de las más incuestionables bondades de Los Espejos del Tiempo.
Con verbo despojado que fluye en su esencial desnudez sobre el cauce de las perplejidades metafísicas, nos enfronta el autor del aludido poemario a las fundamentales preguntas , eternas inquietudes de la criatura humana, que ayer igual que hoy , siguen desvaneciéndose en la noche , y a las que por única respuesta obtenemos ( incógnita desesperante) la pétrea e inconmovible sonrisa del silencio…Así el sentimiento de la fugacidad de la existencia ( escalofrío del que tanta memorable estrofa germinara) logra encarnar sus lóbregas tremolaciones en el cuerpo de un lenguaje milagrosamente huérfano de retórica, cuya eficacia brota de situarse adrede en las antípodas de toda brillantez elocutiva y de todo apabullante virtuosismo versificatorio. Escuchemos :” Este Rincón de la casa que abono con mi tiempo,/donde retorna mi alma , donde me miran mis libros,/ con un pedazo de pan y una copa de vino./ Bajo una lámpara triste,/ en la poltrona cómplice de tantos bostezos/ -blanco y negro su color ,/ como el color del camino-/ Con Borges sobre el vientre – abierto en” Los Espejos” –el ámbito inmerso en el canto gregoriano/ y en el papel ,despiertos, los trozos de mis sueños./Este rincón de la casa donde habitan mis cosas,/ al calor de mis cansadas tristezas,/con las huellas de mis ojos,/empapadas de mi olor,/ muy distinto, tal vez,/del rincón – sin espejo- que me espera al final del camino ./ Me olvidarán mis cosas , se esfumará mi olor ,/ no me verán mis libros.”
La tersura y sencillez de la frase que rehuye la contorción conceptista, el adorno superfluo o el estiramiento caprichoso, contrasta paradójicamente con la certidumbre aterradora de ese “rincón- sin espejo- que me espera al final del camino”. Y de ese contraste del tono de contenida serenidad de su palabra y la dilacerante desgarradura anímica que la provoca, entre las cosas y hechos aparentemente inocuos y rutinarios que se nos confían y la desesperación de la que dan testimonio, de semejante antítesis, repito , surge, sobrecogedor e infalible , el hechizo de la auténtica poesía.
Nelson Julio Minaya , prologuista de la obra que comento, apuntala sus virtudes afirmando de manera categórica que los poemas de Guido Riggio Pou constituyen “ un soplo caricioso; toque de frescura entre voces marchitas; eco de lo profundo sobre el coro de las irrelevancias; sobria hermosura entre alardes de feísmo; suave y tranquilo discurrir en medio de las arritmias que olvidaron la paz”.
Expresiones tan atinadas y esenciales (tratándose de Nelson Julio Minaya no cabía esperar otra cosa), por manifestar cuanto era justo reconocer en el numen del bardo que nos ocupa, ahorrarán prolongar innecesariamente- para el regocijo de quienes por entre estas líneas discurren- nuestras lucubraciones…Con dicho veredicto no puedo sino estar de acuerdo. Como también comparto y hago mío el juicio certero de Bruno Rosario Candelier cuando aserta ponderando los valores del libro de Riggio Pou en la contraportada, “Su búsqueda es una vía para trascender la inmediatez y llegar a lo más hondo, una forma de saber quién es y cómo es su más íntima urdimbre, la que subyace y permanece a pesar de las fragmentaciones y los laberintos.”
¿Entonces? Entonces es menester concluir…Ha nacido un poeta. Sea bienvenido entre quienes saben degustar la belleza…Y los que no la saben aprovechar, que digan lo que se les antoje -que los perros siempre ladran a la luna-si es que demuestran carecer de la prudencia y el pudor de quedarse callados.
“ Los Espejos del Tiempo: Nuevos versos para una vieja búsqueda.”
Por: Danilo P. Clime
Aprender a captar realidades que escapan a los sentidos, a las percepciones inmediatas, ha sido una tarea de los seres de excepción, y esta está definida en función de “escuchar el toque de un tambor diferente”, el poeta es un ser de excepción, un sacerdote que en las hermosas magias de hipérboles, tropos, e imágenes seductoras, nos transporta a un mundo de posibilidades infinitas donde el verso es instrumento que nos pone en contacto con la plurivalencia de realidades de no muy fácil aprehensión; pero el poeta “tocado por los dioses”, desvela los hechos, situaciones, y es vanguardia que nos traza un camino nuevo, o nos coloca frente a un concepto de la vida diferente.
Esto último es lo que hace Guido Riggio, al regalarnos un discurso poético, donde la realidad es subvertida para recomponerse en textos que desafían las posibilidades de interpretación, colocando al lector en una diversidad de situaciones, ya ante el laberinto de posibilidades interpretativas, o elevándose ante la posibilidad de que estas palabras nos revelen nuevas instancias del conocimiento (ver: Guido Riggio Pou, “Los Espejos del Tiempo”)
Los poemas del texto, que proclaman, no sin marcado orgullo, su clara influencia Borgiana, no solo tienen el espejo como reflejo de una realidad, que puede ser más veraz que la realidad fáctica en la cual accionamos, sino que, al mismo tiempo, al plantear estas cuestiones, el poeta presenta la posibilidad de una realidad superior a ser buscada como parte de una obligación vital.
Es un texto sugerente, de una profunda densidad intimista, donde la brevedad formal del poema desafía las más amplias y profundas interpretaciones. Hay textos, como el poema “Sueños” (pág. 17), donde el espejo asume la característica de una realidad virtual en posibilidad de reacciones sensibles, de la misma manera de que otra realidad cobren una existencia no concebibles en la cuadratura de la racionalidad simple, verbigracia el paisaje soñando la mirada, así también, el espejo podría soñar la vida. Otros de los conceptos temáticos que orienta los poemas es la temporalidad, Riggio retoma la concepción postuladas por algunas filosofías orientales, en las cuales el tiempo puede ser un fantasma, una realidad inaprensible, el poeta proclama que: “He bogado por los ríos en pos del laberinto/ donde fluye escondida la fuente de las horas”, y rechazando todo apego a las quimeras platónicas, se apega a lo esencial, aunque, como caribeño, sabe que “…lo hallaré dormido/entre caracoles y paredes recamadas de espejos” (Los Espejos del Tiempo. pág. 12,) y luego (pág. 14), proclama su fantasma devenir, y su irrelevancia.
Impresiona, como Riggio puede jugar en un artilugio que no deja de llamar a la atención, con realidades contrapuestas, sobre todo cuando las mismas, según el maniqueísmo occidental, son elementos que se oponen; asumiendo el criterio oriental de ver los elementos opuestos como continuos de una misma realidad, en el poema “Soy Espejo” (pág. 9), nos habla de la soledad acompañada, ser el reflejo, la voz que solo quiere oír su propio eco, realidad que se sustancia en sí misma para tornarse en lo que no es, pues el eco nunca será la voz.
Al producir estos poemas, Riggio, nos dice que no esta acosado por el “síndrome de Icaro”, el no teme alcanzar el sol, todo lo contrario, lo busca, el es un poeta que agita el cayado que construyera en sus horas de sueños desvelados, en el despertar, en el morir de cada momento de la vida que nace, y en un súbito encuentro borgiano, donde le fue revelado ese camino por el cual nos invita a transitar, él está aquí, y nos invita a descifrar el abecedario de una nueva verdad. Por lo cual invito a quienes lean estas notas a apreciar el texto que hoy comentamos, yo lo he leído, una y otra vez, también mi compañera, y en cada nueva lectura encontramos, senderos nuevos en esta atrevida gestión de palabras en la cual, como si fuera un hermoso contrabando que todos justificamos, Guido Riggio nos invita a descifrar los elementos de una filosofía de vida que tiene la búsqueda como acicate permanente.
“La Poesía de Guido Riggio.”
Bruno Rosario Candelier.
Crítico Literario
Si para el creador surrealista el espejo era un medio de conexión con lo real imaginario, para el creador interiorista es además un medio de contacto con lo real trascendente, como lo evidencian estos cautivantes poemas de Guido Riggio Pou (santiago 1949), en cuya imagen especular recrea artísticamente una densa reflexión meditativa sobre el sentido de la vida y el tiempo y el eco hondo y susurrante de nuestro ser más íntimo.
La creación de Guido Riggio (Los Espejos del Tiempo. 1995), miembro del Ateneo Insular y seguidor del Movimiento Interiorista, es transparente , grávida y fresca , y en la misma este nuevo valor de las letras dominicanas , al interrogarse a sí mismo ,interroga al mundo que proyectan sus espejos interiores .Su lírica se inspira en Borges, pero su voz es original y auténtica que refleja una búsqueda para la cual el espejo es una puerta para penetrar en su interioridad y en la dimensión misteriosa y enigmática –como la de todos los espejos- de la realidad trascendente.
La búsqueda que estos poemas orillan no es la del yo superficial y anecdótico, sino la del yo profundo y ancestral .Su búsqueda es una vía para trascender la inmediatez, y llegar a lo más hondo, una forma de llegar a saber quién es y cómo es su más íntima urdimbre, la que subyace y permanece a pesar de las fragmentaciones y los laberintos. Nuestro poeta quiere leer dentro de ese pozo profundo y soterrado la imagen especular que su intuición percibe en enigmáticos reflejos y efluvios trascendentes y lo hace con una angustia que explica las desgarrantes apelaciones del hombre moderno, que en medio del reclamo material, siente el eco del ser profundo que sutilmente le reclama.
Se trata de una búsqueda metafísica y poética, traslativa y simbólica de un poeta de nuestro tiempo cuya apelación confluye en su propio yo, aunque trasciende las referencias personales para representarnos a todos.
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