miércoles, 14 de octubre de 2009

EL OTRO JARDÍN


 EL OTRO JARDÍN

Autor : Guido Riggio Pou.
guidoriggio80@hotmail.com
Primera edición 2004, Portada : Pintura china Siglo14.
Impreso en Grafisol, editado por GRP, Santiago Rep. Dominicana.
Derechos reservados.
Prohibida su reproducción parcial o total.


PROLOGO
EL OTRO JARDÍN: LA RETICENCIA DEL HAIKU
Por León David
A ninguna mente instruida se le ocultará que los poemas, harto breves y hermosos, incluidos en el poemario de Güido Riggio Pou intitulado El otro jardín responden plenamente, hasta donde el genio de la lengua castellana lo permite, a esa modalidad lírica tan característica del espíritu y la sensibilidad nipones que, durante la segunda mitad del siglo XIX –cruzando las palabras “haikai” y “hokku”- fuera denominada “haiku”.


Ahorraré al lector –pues no es de este lugar- toda erudita reseña acerca de la historia del aludido género literario japonés. Mas sí albergo la optimista ilusión de que me consientan esbozar algunas ideas en torno a la índole del haiku; y ello en razón de que, si estoy al cabo de lo que pasa en los fragantes dominios de la creación poética, al proceder así estaré también contribuyendo a derramar luz sobre los rasgos expresivos que confieren su peculiar talante a los versos del poemario El otro jardín.
Acaso la nota estilística menos encubierta del molde lírico que a punto largo me propongo ahora examinar sea la reticencia: decir por medio de lo que se calla; conceder la palabra al silencio; no mencionar, sino apenas sugerir... El efecto de semejante artificio es, en manos del vate de inspirado plectro, deslumbrador. Cuando el poeta confiesa:

Temo a la noche.
Sé que una noche se
quedará conmigo.

no es a la noche a lo que se está refiriendo, sino a la muerte, al correr incesante del tiempo que todo lo devora y que un día aún impreciso pero no por ello menos ineluctable dará cuenta de lo que hasta entonces habíamos sido. Es el estado de ánimo de inquietud, desasosiego y aprensión ante la inevitable disolución del yo el que por modo transparente cobra cuerpo en esos tres versos de cuidada y presagiosa simplicidad. No es necesario, en todo caso, mencionar a la muerte; la noche, convertida en fúnebre símbolo e insondable visión, la patentiza.

El poder de deslumbramiento del haiku –sea este de Matsuo Bashoo o de Güido Riggio Pou- reside en la sugerencia; en el aludir; en el tratamiento oblicuo que lleva a experimentar la sensación –con viso de inconcusa certeza- de que tras la frágil mampara de las escasas palabras que la estrofa obsequia, un universo alucinante y misterioso se empeña en mostrar su rostro al tiempo mismo en que esquiva hábilmente cualquier mirada que intente profanar su preciado secreto.

Musita el poeta:
Aquel jardín,
aquel otro que habita
en el estanque.

Y el prodigio se cumple. Ese otro jardín que habita en el estanque –y que da nombre a las páginas que estamos comentando- no es mero reflejo de la vegetación sobre el plácido cristal del agua de la fuente, sino que la imagen especular, transfigurada por la intuición poética, es vía de revelación de la esencia del cosmos; se nos ofrece en tanto que ventana por donde contemplar la dimensión de lo real, esto es, lo de adentro, los hontanares del mundo y la existencia, el enigma que hospeda más allá de lo que escucha el oído, discrimina la pupila y la mano toca. El otro jardín que habita en el estanque es el arquetipo, es la armonía, es la música de las esferas, es la belleza suma, es el orden, es el ideal a que aspira el alma y que sólo algunos espíritus privilegiados tienen la fortuna, cuando les son propicios los hados, de entrever.


También alienta en los poemas de Güido –no podía ser de otro modo- una concepción animista y panteísta de la naturaleza. Es notorio que el tema de la naturaleza predomina en el haiku, como sucede en otras innumerables manifestaciones del arte oriental, verbigracia en la pintura. Siente el poeta que todo vibra, se estremece, vive, que en todas las cosas, incluyendo las que suponemos inertes, palpita un corazón y una voz interpela al que sabe escucharla. Porque de prestar crédito a la cosmovisión china y nipona, la posibilidad de trasmitir estados de ánimo artísticos estriba en el hecho de que el universo entero no es más que un conjunto de fenómenos de resonancia entre seres o sistemas diversos. Parejo principio de resonancia da razón de la existencia de isomorfismos, es decir, de similitudes estructurales entre los distintos planos de la realidad. Mas tales analogías sólo es capaz de aprehenderlas el que está apto para tal desempeño, la persona cuyo refinamiento sensible y encumbramiento espiritual la hacen capaz de reaccionar a su llamada. La estética taoísta y budista zen que está en la base de la forma literaria del haiku se propone elevar a la persona a estados emocionales y niveles de percepción superiores. El poema debe hablar a la intuición, abrir de par en par las puertas de la percepción, alumbrar las hasta entonces sombrías catacumbas del subconsciente...

De ahí, entre otras singularidades sobre las que ahora no abundaré, la sobriedad, la llaneza y contención de la modalidad poemática que nos ocupa. ¡Guerra a la retórica! No en balde M. Bashoo, considerado el más eximio cultivador de haikus, aseguraba: “Los versos de algunos poetas están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón. Lo que viene del corazón es bueno, la retórica es innecesaria.”.

Tan elocuente ausencia de retórica es la que se explaya para fascinación del que estos versos lea:

Llueve. Ha sido
escuchado el rezo
de estas flores.

O en estos otros, no menos cautivantes:
Ya es el ocaso.
¿Dónde en las noches va el
azul del cielo?

La parquedad metafórica, el comedimiento verbal, la templanza expresiva de estos poemas de Güido es recurso artístico que se reitera, dando origen a una economía lingüística cuya virtud suprema descansa en hacer que el silencio nos hable.

Cierto ensayista de justificado predicamento, cuyo nombre mi desamor descuida, aseveró –acaso no se equivocaba- que “El encanto mayor de la poesía china y de la japonesa consiste, precisamente, en su admirable reticencia, algo muy difícil de lograr en una lengua indoeuropea.”.

El español, idioma explícito y enfático, de genio propenso a la declamación y a toda suerte de gárrulas pirotecnias, al ser hijo legítimo del latín, comparte la dificultad señalada en los renglones precedentes. Que el autor de El otro jardín haya sido capaz, a pesar de esa casi insuperable traba, de compenetrarse íntimamente con el elusivo gesto verbal del haiku es proeza literaria digna de entusiasta y agradecida reverencia.


                                                                    EL OTRO JARDIN

                                                        Al otro jardín que habita en el estanque

1

Ya es de noche
y nadie ha venido
a mi jardín .

2

Temo a la noche.
Sé que una noche se
quedará conmigo .

3

Me habla el jardín
en su lengua de flores
y de olores

4

Aquel jardín,
aquel otro que habita
en el estanque


5
Llega el alba;
el jardín despertará
su otro sueño.

6

Miro y soy mirado
por aquel otro jardín
que mira el lago.

7

Jardín de paz.
¿Se habrá ido el hombre
de esta tierra? .

8

Llueve . Ha sido
escuchado el rezo
de estas flores

9

Crece la hierba.
Los niños ya no juegan
en este jardín.

10

Ya es el ocaso.
¿Dónde en las noches va el
azul del cielo?

11

La luna llena
con su rostro de asombro
llega al bosque.

12

Las grullas danzan...
se inicia el cortejo
de la vida .
13
Mantis religiosa.
¿ a que extraño dios
de la muerte ora?

14

Danzan las flores,
le rozan los arpegios
del viento.

15
Quieto el estanque,
quiere ser aquel jardín
que en él refleja.

16

Río , serpiente y
agua que incesante escapa
y permanece.


17
Un azor. Quierodesplegar mis alas y volar
a la montaña.

18

Viejo y encorvado
ve pasar el puente al
incesante río.

19

La luna llena
en su sueño de sol
llega al bosque

20

Afanosa araña.
Teje y desteje
su destino.

21

Llega el ocaso.
Mañana asomarán
más bellas flores.

22

Las otras flores,
las flores de la noche,
se asoman al jardín.

23

Flor de loto.
En su sueño de aguas
habitan los dioses.

24

Triste el jardín,
quiere que le habiten
otras flores.

25

Posado el colibrí.
Está dormido el tiempo
en una rama.

26

Blanco el jardín,
en su sueño de nieve
inmerso.

27
En ese espejo
de agua aquel otro jardín
me espera.

28

Voces del río,
 voces de un lenguaje
muy lejano y mío.

29

Extraña flor
de los jardines que serán
y los que han sido.

30

El sauce llorón
lo sabe , extraños dioses
nos habitan .

31

La noche viene
helada .¿ Dónde estarán
mis mantas?

32

Teje la araña
su palacio de cristal ,
trampa mortal.


33

Es mi noche;
no surcará más el cisne
en el estanque.

34

Sobre la arena,
sobre los hombres que serán
y los que han sido.

35

Encorvados, el
viejo y el puente sobre el
incesante río.

36

Esos pájaros
me miran en silencio .
¿ será la muerte ?

37

La otra orilla.
Aquel otro páramo
que me espera .


*2004 derechos reservados. Impreso en la Rep. Dominicana.



















Los Espejos del Tiempo


                    
  Los Espejos del Tiempo


Autor : Guido Riggio Pou ( 1ra. Edición 1995, 2da .2002 , 3ra.2004) Editado en: Grafisol, Santiago de los Caballeros Rep. Dominicana Derechos reservados: registro 0001900 libro 5, Rep. Dominicana guidoriggio80@hotmail.com  Portada :Arq. Carmen Liriano Prólogo de Nelson Julio Minaya (1995)
                                                     

                       Prólogo
                                     
              Por Nelson Julio Minaya

Nada tan vulnerable a la insignificancia, ni tan proclive a calificarse de superfluo, como el afán de acuñar en estrofas lo que sería  enunciable por la vía expedita del discurso ordinario, sin el ornato y los rodeos de la versificación. Y  si a esto añadimos el peso de una inmensa  y apabullante tradición poética, en la que todo nos parece ya dicho y todos los senderos se delatan trillados, la insistencia en componer poemas bien podría tildarse de oficio pedantesco, divertimento inútil, convencional y especioso capricho.

Por desventura, el grueso de los poemarios que hoy se escriben, y, a decir verdad, la mayor parte de los antaños escritos, no hacen sino evidenciar la justeza de tan filistea pero cuerda censura.

Es por ello que en los poemas que hoy nos regala Guido Riggio adviene una palabra de excepción, que elude y deja atrás la posibilidad letal de la intrascendencia.

Son estos poemas un soplo caricioso: toque  de frescura entre voces marchitas; eco de lo profundo sobre el coro de las irrelevancias; sobria hermosura entre alardes de feísmo; suave y tranquilo discurrir en medio de las arritmias que olvidaron la paz.

Se dibuja, en la pura y recurrente epifanía de estos “espejos”, el contorno de las esencias que sustancian la Poesía, la confirman sobre todo cinismo y la rescatan de toda perplejidad.

Poemas breves estos “Espejos”, en cuyo ámbito modela el pensamiento esas “pocas imágenes eternas” evocadoras de un esplendor intemporal. Se vuelca en ellos el vértigo sin fondo de la Conciencia, ella misma espejo, ser desdoblado, faz que ausculta sus propios perfiles, deidad que busca su propia divinidad. Y la búsqueda construye el tiempo, oleaje inasible y pavoroso en donde el Griego vislumbra “la imagen móvil de la eternidad”.

El Tiempo, la Conciencia, la Identidad –incógnitas perennes del más hondo pensar – nos convidan desde el cristal de cada estanque, de cada espejo, a zambullirnos en su misterio. Retornamos de allí renovados. Y aunque  huérfanos de certezas escolásticas y poses doctrinarias algo nos dice que nos beso la infinitud. Nada más hace falta a la Poesía, y, en realidad, ninguna otra cosa la constituye.

Gracias Guido, por habernos colocado frente a tus espejos. Coparticipes nos haces del más noble de los dones.

                                             Nelson Julio Minaya.

                                          -------------------------------

…A Nelson por haberme mostrado el camino de Borges. A Borges por haberme mostrado el camino de Nelson.


1 Extraño libro

Extraño libro
que a mis ojos se torna inverso.
No como visto en un espejo.
No son las letras que hablan,
sino el espacio desierto,
el esqueleto blanco que perdura
después que huyeron las letras.
Me habla de un mundo invertido,
no muy extraño,
bastante se asemeja
al mundo en que vivimos.

 2 Este rincón de la casa

Este rincón de la casa
que abono con mi tiempo,
donde retorna mi alma,
donde me miran mis libros,
con un pedazo de pan
y una copa de vino.
Bajo una lámpara triste,
en la poltrona cómplice de tantos bostezos
- blanco y negro su color, como el color del camino-.
Con Borges sobre el vientre- abierto en Los Espejos-
el ámbito inmerso en el canto  gregoriano
y en el papel ,
despiertos ,
los trozos de mis sueños.
Este rincón de la casa
donde habitan mis cosas,
al calor de mis cansadas tristezas,
con las huellas de mis ojos,
empapadas de mi olor,
muy distinto, tal vez,
del rincón -sin espejo- que me espera al final del camino.
Me olvidarán mis cosas,
se esfumará mi olor,
no me verán mis libros.

 3 -Mágico espejo

Hoy parecen mis días
un destello, una brisa;
tantas cosas que  amar,
tanto tiempo sin tiempo.
Como se van los años
barridos por los años,
dispersos por el viento;
alargaré mis manos
los cogeré en mis dedos,
los verteré en mis ojos,
en mi mágico espejo.
Esconderé las horas
más allá de la brisa,
más allá de las flores las vestiré de rosas;
prisioneras del cristal,
prisioneras de mi sueño,
no las tocará el tiempo.


4-Esqueletos del tiempo

Estos flacos años
que visten mi alma,
que hieren mis huesos.
Días  sin días,
formas espectrales,
esqueletos del tiempo,
tiempo sin tiempo.
Es larga la vida.
Es larga la muerte.


5-Mi espejo

Encontraré mi espejo
más allá de la flor,
sepultado en el tiempo.
El mastica mi rostro,
mis días,
mis sueños.


6-Aquel espejo

Aquel espejo,
laberinto de meandros ignotos
que nunca besará el mar.
Rigor inexorable
que empuja
hacia la fragua misteriosa,
al encuentro perpetuo de la vida,
al ritual de la existencia,
a la pequeña muerte,
al efímero engañó
que adormece
y que al Eterno Soñador
complace.

7-No hace falta el espejo

No hace falta el espejo,
bastan mis dedos
para descubrir mi rostro.
Conozco sus altos montes
y sus bajos suelos,
la gruta donde yace enmascarada
la fiera cazadora,
aferrada a la raíz,
sembrada en el oscuro
y remoto surco de los siglos,
nutrida por los tiempos agrestes,
despierta en la memoria de la sustancia,
guardando la existencia.
No hace falta el espejo
para mirar mi suelo.


8-Galopando en el espejo

Hoy
soy ayer,
soy aún,
soy mañana.
Es y será lo mismo.
Aquí sentado
-mientras leo y escribo a Borges-
intento asir el instante de mi rostro
que se huye galopando
en el espejo,
para nacer de nuevo en el mañana
en donde el hoy habita.


9-Soy espejo

En esta soledad acompañada
todos viene a mí…
Soy la razón suprema,
la figura de quien me mira.
Soy el reflejo,
la voz
que sólo quiere oír
su propio eco.


10- La fuente aquella

He encontrado la fuente
que custodia un fantasma,
que lapida un espejo.
A beber me he inclinado,
y en la copa del instante…
ni fantasma…
ni espejo.


11-Los espejos muertos

Llamaré
a los espejos
de sus tumbas
y saldrán
con la luz en su memoria;
libres de la acción
de sus destellos
hablarán
el misterio de su mundo.


12- El tiempo

He tocado
el reverso del espejo
buscando en el opaco
el tiempo muerto.
He mirado
el destello de mi rostro
en la figura del latir destiempo.
He bogado
por los ríos
en pos del laberinto
donde fluye escondida
la fuente de las horas.
Pero sé
que las cosas son esencia
y no reflejo.
Me esfuerzo en vano
en descifrar el tiempo
y apenas
he logrado vislumbrar
que lo hallaré dormido
entre caracoles
y paredes
recamadas de espejos.


13- Mudo espejo

No habló jamás
con los espejos
ni escuchó
la complaciente voz,
el eco cariciosos,
la multitud
de los sonoros resplandores
que todos
creemos contemplar.


14-No me importa el tiempo

No me importa el tiempo,
no me importan sus reflejos,
ni su risa burlona,
ni su careta de arrugas,
ni su traje de viejo.
No me importa el tiempo,
sé de sus temores…
Que el pasado ya fue,
que el futuro no es…
Es un fantasma el tiempo.


15-No soy espejo

Ningún fulgor,
ningún reflejo,
clava mi corazón
un rayo muerto.
No hay voz ni eco.
No hay rostro que me mire.
No soy espejo.

 16-El espejo roto
  
Un solo espejo,
una sola voz.
No hay rostro a quien hablar,
solo el anhelo
del cristal misterioso
por el sonado estruendo
que multiplique
su soledad
en mil pedazos.

17- Sueños

Sueña el paisaje
la mirada,
sueña
la vida
sus espejos.


18-Viejas aguas

Espejo
de viejas aguas
que una vez
fueron río.


19- Unidad dispersa

Mil rostros
en el espejo.
De mis rostros
conocidos,
de mi oculto
perfil…
Juntos
en su dispersa unidad.


20- Primera voz

Ayer
vagué por los espejos,
su inmensidad
anduve
buscando el paraje
donde nace el tiempo.
Ayer
vagué por los espejos,
por su silencio,
rastreando la primera voz.


21-Me robaré el tiempo

Me robaré el tiempo…
Quedaré en el espejo,
Sumado
a la memoria del olvido;
y mis nietos y sus nietos
verán desvanecerse su pasado.
Y cuando se agote el tiempo
estaré en los huesos de mis proles
y en las proles de ellos.
Y allí,
juntos todos,
seremos el hombre del pasado,
otra vez
renaciendo,
unidos en el amor de las sustancias,
en la perpetuidad de la vida.


22-Eternidad

Inmerso
en la soledad del espejo,
escuchando
sus múltiples destellos
llorar en el cristal
su opaca muerte,
la brevedad,
el instante
de eso que llamamos vida
los que no vivimos
del otro lado del espejo.


23-Frente a frente

Frente a frente
dos espejos,
una honda mirada
donde se agota el tiempo.


 24-Espejos que ven espejos

Ojos
que miran la vida,
espejos
que ven espejos.
Frente a frente
los espejos
en el corredor del tiempo.


25-Envejecen los espejos

Envejecen los espejos,
ya no me hablan sus brillos
ni me tocan
sus dedos.
La ilusión palidece.
Envejecen
los espejos.


26-Oración al tiempo

Como el eterno rezo
de las horas
en su oración al tiempo,
imágenes de alada voz
ascienden.
Se escuchan
los pasos de la paz
en el lejano suelo.
En el jardín de las edades,
en los recintos del tiempo,
en la apacible voz,
inmerso.


27-No crece la Yerba

Escucho a los niños
correr en la risa de sus primaveras.
Corren los niños,
no crece la yerba en el terso jardín.
Sus risas
retardan mis canas,
retornan mis tiempos
a su madriguera.
Corren los niños,
no crece la yerba.
Miro en el espejo
mi cabellera negra.


28-La fuente del silencio

Frente al mutismo del espejo,
en espera de aquel fulgor
que rasga el tiempo,
veo mi rostro.
Atento a la callada voz
de los espejos.
Junto a la fuente del silencio,
espero.


29-Mis muchos

De mis muchos habitantes
que me habitan,
de los rostros que me miran
desde el fondo del espejo,
a los arcanos rostros
que me asoman en la sombra,
los dejaré dormidos
en su tierra misteriosa.
Mataré la muerte
y emprenderé mi vuelo.





 CONTENIDO:
PROLOGO.
Extraño libro. 1
Este Rincón de la Casa. 2
Mágico Espejo. 3
Esqueletos del Tiempo. 4
Mi Espejo. 5
Aquel Espejo. 6
No Hace Falta el Espejo. 7
Galopando en el Espejo. 8
Soy Espejo. 9
La Fuente Aquella. 10
Los Espejos Muertos. 11
El Tiempo. 12
Mudo Espejo. 13
No Me Importa el Tiempo. 14
No soy Espejo. 15
El Espejo Roto. 16
Sueños. 17
Viejas Aguas. 18
Unidad Dispersa. 19
Primera Voz. 20
Me Robaré el Tiempo. 21
Eternidad. 22
Frente a Frente. 23
Espejos que ven Espejos. 24
Envejecen los Espejos. 25
Oración al Tiempo. 26
No Crece la Yerba. 27
La Fuente del Silencio. 28
Mis Muchos. 29



                          Los Espejos del Tiempo.
                                            LEON DAVID
        Poeta, narrador, crítico, ensayista y profesor universitario.


Los Espejos del Tiempo, obra primorosa y suculenta, a favor de cuyos pulcros versos se aventura su autor por vez primera en los transparentes, mas no por menos temibles, laberintos de la poesía, es desde su mismo título – ¿quién se atrevería a negarlo?- un legítimo vástago de  BORGES.

Que los poemas de límpida factura de Guido Riggio Pou, a cuyo embelezo sucumbiera mi espíritu al punto de imponerme su lectura la feliz gabela de estos escollos, que dichos poemas, insisto surgieran bajo el ensalmo de las paginas de BORGES, no es en mis labios señalamiento proditorio sino constatación admirativa  y encarecedora ponderación.

Contando a nuestras espaldas con una tradición milenaria y excelsa de lírica occidental, sin toma seria de presuntuosidad estéril o de pueril candidez pretender entonar un canto del que esté por entero ausente la voz de algún magno aeda, fuente a cuyas frescas orillas en alguna ocasión acudimos a calmar nuestra sed. Y puesto que en materia literaria no cabe prescindir de modelo ( mal le pese a los atrabiliarios de la originalidad a ultranza), el mayor acierto de un escritor, del que da sus primeros pasos como del que ya  ha adquirido experiencia y celebridad , es saber elegir el suyo…Mejor no lo pudo escoger Guido Riggio Pou, y es éste, a no dudar, una de las más incuestionables bondades de Los Espejos del Tiempo.

Con verbo despojado que fluye en su esencial desnudez sobre el cauce de las perplejidades metafísicas, nos enfronta el autor del aludido poemario a las fundamentales preguntas , eternas inquietudes de la criatura humana, que ayer igual que hoy , siguen desvaneciéndose en la noche , y  a las que por única respuesta obtenemos ( incógnita desesperante) la pétrea e inconmovible sonrisa del silencio…Así el sentimiento de la fugacidad de la existencia ( escalofrío del que tanta memorable estrofa germinara) logra encarnar sus lóbregas tremolaciones en el cuerpo de un lenguaje milagrosamente huérfano de retórica, cuya eficacia brota de situarse adrede en las antípodas de toda brillantez elocutiva y de todo apabullante virtuosismo versificatorio. Escuchemos :” Este Rincón de la casa que abono con mi tiempo,/donde retorna mi alma , donde me miran mis libros,/ con un pedazo de pan y una copa de vino./ Bajo una lámpara triste,/ en la poltrona cómplice de tantos bostezos/ -blanco y negro su color ,/ como el color del camino-/ Con Borges sobre el vientre – abierto en” Los Espejos” –el ámbito inmerso en el canto gregoriano/ y en el papel ,despiertos, los trozos de mis sueños./Este rincón de la casa donde habitan mis cosas,/ al calor de mis cansadas tristezas,/con las huellas de mis ojos,/empapadas de mi olor,/ muy distinto, tal vez,/del rincón – sin espejo- que me espera al final del camino ./ Me olvidarán mis cosas , se esfumará mi olor ,/ no me verán mis libros.”

La tersura y sencillez de la frase que rehuye la contorción conceptista, el adorno superfluo o el estiramiento caprichoso, contrasta paradójicamente con la certidumbre aterradora de ese “rincón- sin espejo- que me espera al final del camino”. Y de ese contraste del tono de contenida serenidad de su palabra y la dilacerante desgarradura anímica que la provoca, entre las cosas y hechos aparentemente inocuos y rutinarios que se nos confían y  la desesperación de la que dan testimonio, de semejante antítesis, repito , surge, sobrecogedor e infalible , el  hechizo de la auténtica poesía.

Nelson Julio Minaya , prologuista de la obra que comento, apuntala sus virtudes afirmando de manera categórica que los poemas de Guido Riggio Pou constituyen “ un soplo caricioso; toque de frescura entre voces marchitas; eco de lo profundo sobre el coro de las irrelevancias; sobria hermosura entre alardes de feísmo; suave y tranquilo discurrir en medio de las arritmias que olvidaron la paz”.

Expresiones tan atinadas y esenciales (tratándose de Nelson Julio Minaya no cabía esperar otra cosa), por manifestar cuanto era justo reconocer en el numen del bardo que nos ocupa, ahorrarán prolongar innecesariamente- para el regocijo de quienes por entre estas líneas discurren- nuestras lucubraciones…Con dicho veredicto no puedo sino estar de acuerdo. Como también comparto y hago mío el juicio certero de Bruno Rosario Candelier cuando aserta ponderando los valores del libro de Riggio Pou en la contraportada, “Su búsqueda es una vía para trascender la inmediatez y llegar a lo más hondo, una forma de saber quién es y cómo es su más íntima urdimbre, la que subyace y permanece a pesar de las fragmentaciones y los laberintos.”

¿Entonces? Entonces es menester concluir…Ha nacido un poeta. Sea bienvenido entre quienes saben degustar la belleza…Y los que no la saben aprovechar, que digan lo que se les antoje -que los perros siempre ladran a la luna-si es que demuestran carecer de la prudencia y el pudor de quedarse callados.







            “ Los Espejos del Tiempo: Nuevos versos para una vieja búsqueda.”
                                      
                                           Por: Danilo P. Clime

Aprender a captar realidades que escapan a los sentidos, a las percepciones inmediatas, ha sido una tarea de los seres de excepción, y esta está definida en función de “escuchar el toque de un tambor diferente”, el poeta es un ser de excepción, un sacerdote que en las hermosas magias de hipérboles, tropos, e imágenes seductoras, nos transporta a un mundo de posibilidades infinitas donde el verso es instrumento que nos pone en contacto con la plurivalencia de realidades de no muy fácil aprehensión; pero el poeta “tocado por los dioses”, desvela los hechos, situaciones, y es vanguardia que nos traza un camino nuevo, o nos coloca frente a un concepto de la vida diferente.
Esto último es lo que hace Guido Riggio, al regalarnos un discurso poético, donde la realidad es subvertida para recomponerse en textos que desafían las posibilidades de interpretación, colocando al lector en una diversidad de situaciones,  ya ante el laberinto de posibilidades interpretativas, o elevándose ante la posibilidad de que estas palabras nos revelen nuevas instancias del conocimiento (ver: Guido Riggio Pou, “Los Espejos del Tiempo”)
Los poemas del texto, que proclaman, no sin marcado orgullo, su clara influencia Borgiana, no solo tienen el espejo como reflejo de una realidad, que puede ser más veraz que la realidad fáctica en la cual accionamos, sino que, al mismo tiempo, al plantear estas cuestiones, el poeta presenta la posibilidad de una realidad superior a ser buscada como parte de una obligación vital.
Es un texto sugerente, de una profunda densidad intimista, donde la brevedad formal del poema desafía las más amplias y profundas interpretaciones. Hay textos, como el poema “Sueños” (pág. 17), donde el espejo asume la característica de una realidad virtual en posibilidad de reacciones sensibles, de la misma manera de que otra realidad cobren una existencia no concebibles en la cuadratura de la racionalidad simple, verbigracia el paisaje soñando la mirada, así también, el espejo podría soñar la vida. Otros de los conceptos temáticos que orienta los poemas es la temporalidad, Riggio retoma la concepción postuladas por algunas filosofías orientales, en las cuales el tiempo puede ser un fantasma, una realidad inaprensible, el poeta proclama que: “He bogado por los ríos en pos del laberinto/ donde fluye escondida la fuente de las horas”, y rechazando todo apego a las quimeras platónicas, se apega a lo esencial, aunque, como caribeño, sabe que “…lo hallaré dormido/entre caracoles y paredes recamadas de espejos” (Los Espejos del Tiempo. pág. 12,) y luego (pág. 14), proclama su fantasma devenir, y su irrelevancia.
Impresiona, como Riggio puede jugar en un artilugio que no deja de llamar a la atención, con realidades contrapuestas, sobre todo cuando las mismas, según el maniqueísmo occidental, son elementos que se oponen; asumiendo el criterio oriental de ver los elementos opuestos como continuos de una misma realidad, en el poema “Soy Espejo” (pág. 9), nos habla de la soledad  acompañada, ser el reflejo, la voz que solo quiere oír su propio eco, realidad que se sustancia en sí misma para tornarse en lo que no es, pues el eco nunca será la voz.
Al producir estos poemas, Riggio, nos dice que no esta acosado por el “síndrome de Icaro”, el no teme alcanzar el sol, todo lo contrario, lo busca, el es un poeta que agita el cayado que construyera en sus horas de sueños desvelados, en el despertar, en el morir de cada momento de la vida que nace, y en un súbito encuentro borgiano, donde le fue revelado ese camino por el cual nos invita a transitar, él está aquí, y nos invita a descifrar el abecedario de una nueva verdad. Por lo cual invito a quienes lean estas notas a apreciar el texto que hoy comentamos, yo lo he leído, una y otra vez, también mi compañera, y en cada nueva lectura encontramos, senderos nuevos en esta atrevida gestión de palabras en la cual, como si fuera un hermoso contrabando que todos justificamos, Guido Riggio nos invita a descifrar los elementos de una filosofía de vida que tiene la búsqueda como acicate permanente.




                                  “La Poesía de Guido Riggio.”
                                     Bruno Rosario Candelier.
                                          Crítico Literario


Si para el creador surrealista el espejo era un medio de conexión con lo real imaginario, para el creador interiorista es además un medio de contacto con lo real trascendente, como lo evidencian estos cautivantes poemas de Guido Riggio Pou (santiago 1949), en cuya imagen especular recrea artísticamente una densa reflexión meditativa sobre el sentido de la vida y el tiempo y el eco hondo y susurrante de nuestro ser más íntimo.

La creación de Guido Riggio (Los Espejos del Tiempo. 1995), miembro del Ateneo Insular y seguidor del Movimiento Interiorista, es transparente , grávida y fresca , y en la misma este nuevo valor de las letras dominicanas , al interrogarse a sí mismo ,interroga al mundo que proyectan sus espejos interiores .Su lírica se inspira en Borges, pero su voz es original y auténtica que refleja una búsqueda para la cual el espejo es una puerta para penetrar en su interioridad y en la dimensión misteriosa y enigmática –como la de todos los espejos- de la realidad trascendente.

La búsqueda que estos poemas orillan no es la del yo superficial y anecdótico, sino la del yo profundo y ancestral .Su búsqueda es una vía para trascender la inmediatez, y llegar a lo más hondo, una forma de llegar a saber quién es y cómo es su más íntima urdimbre, la que subyace y permanece a pesar de las fragmentaciones y los laberintos. Nuestro poeta quiere leer dentro de ese pozo profundo y soterrado la imagen especular que su intuición percibe en enigmáticos reflejos y efluvios trascendentes y lo hace con una angustia que explica las desgarrantes apelaciones del hombre moderno, que en medio del reclamo material, siente el eco del ser profundo que sutilmente le reclama.

Se trata de una búsqueda metafísica y poética, traslativa y simbólica de un poeta de nuestro tiempo cuya apelación confluye en su propio yo, aunque trasciende las referencias personales para representarnos a todos.



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